El niño cuando entra por primera vez a un
centro de educación infantil, viene con unas características propias, no todos
tienen las mismas capacidades. Algunas le vienen dadas por sus características
innatas (madurez, inteligencia), pero también hay una parte aprendida en el
hogar. Una familia rígida y poco
motivadora no permitirá desarrollar la creatividad; un ambiente relajado,
flexible y motivador mostrara un niño más creativo y seguro de sí mismo.
La creatividad es una característica inherente
al ser humano, susceptible de ser estimulada por el entorno, familiar y social
del niño. En todo ser humano existe el impulso de experimentar, indagar,
relacionar, en definitiva, de crear. Según Dacey, el niño de educación infantil
se encuentra en un período crítico donde se realiza el mayor desarrollo
neuronal en el ser humano. Si en este período existen presiones externas
autoritarias, el pensamiento creativo decrece.
La
escuela de Educación Infantil creativa
Es evidente que debemos intentar educar niños
creativos y capaces de resolver problemas por sí mismos, por lo que los
educadores debemos buscar una metodología que permita llevar a cabo un proceso
de enseñanza aprendizaje que estimule la creatividad.
Actualmente se está llevando a cabo en las
escuelas un modelo educativo basado en el constructivismo. La palabra refleja
la idea en la que se basa, dejar que el niño construya su propio aprendizaje,
su propio pensamiento. Para ello es necesario crear un clima en la escuela de
libertad de búsqueda de información e investigación, con un guía, el maestro,
que le proporcione materiales necesarios, le apoye y le oriente en su búsqueda.
No basta con dejarle hacer. Pero cualquier metodología que se pretenda llevar a
cabo va a depender en gran medida del profesor, de su ideología,
formación, capacidad y características
propias.
El docente debe creer lo que está haciendo,
debe ser reflexivo, y abierto a los cambios necesarios que le permitan obtener
los resultados deseados. Y para ello debe prepararse tanto teóricamente como en
la práctica, prendiendo a observar el
proceso que se lleva a cabo en su aula. Si esto no ocurre, toda teoría
educativa o metodología que se pretenda aplicar en educación está abocada al
fracaso.
Inteligencia
en la Educación Inicial
El concepto de Educación Emocional es muy
amplio, pero como punto de referencia
podemos definirla como un proceso educativo, continuo y permanente, que
pretende potenciar el desarrollo de las competencias emocionales como elemento
esencial del desarrollo humano, con objeto de capacitarle para la vida y con la
finalidad de aumentar el bienestar personal y social que debe estar presente a
lo largo de todo el currículum académico y en la formación permanente a lo
largo de toda la vida (Bisquerra, 2000).
Existen unas competencias emocionales que todas
las personas deberían aprender. La estrategia para desarrollar dichas
competencias es a lo que se llama Educación Emocional.
Según
Rafael Bisquerra (2009)
y siguiendo el
modelo del Grup
de Recerca en Orientació Psicopedagógica (GROP) de la
Universidad de Barcelona, experimentado con éxito en la educación, engloba
competencias como las siguientes:
·
La conciencia emocional. Consisten en conocer las propias emociones y
las emociones de los demás. Se consigue a través de la observación del propio
comportamiento así como del de las personas que nos rodean.
·
La regulación de las emociones. Dar una respuesta apropiada a las emociones
que experimentamos. No hay que confundir la regulación emocional con la
represión. La regulación consiste en un difícil equilibrio entre la represión y
el descontrol.
·
La autonomía emocional. Es la capacidad de no verse seriamente
afectado por los estímulos del entorno. Se trata de tener sensibilidad como
invulnerabilidad. La autonomía emocional es un equilibrio entre la dependencia
emocional y la desvinculación.
·
Las habilidades socioemocionales. Constituyen un conjunto de competencias que
facilitan las relaciones interpersonales, como la escucha y la capacidad de
empatía. Estas competencias sociales predisponen a la constitución de un clima
social favorable al trabajo en grupo productivo y satisfactorio.
La
inteligencia emocional en el aula
La inteligencia emocional se puede desarrollar
mediante programas de educación emocional, los cuales deberían iniciarse en las
primeras etapas. Las actividades que se desarrollan en el aula son el principal
vehículo para la relación entre el profesorado y el alumnado, y es allí
donde se
pone en juego la carga
emocional y la afectiva. La metodología educativa más eficaz
es aquella basada en los conocimientos previos de los niños, en sus intereses y
necesidades personales y sociales y en sus vivencias directas.
Pérez-González y Pena (2011) nos dan diez
recomendaciones internacionales a considerar a la hora
de diseñar, implementar y evaluar un
programa de educación emocional
en un centro educativo. Estas son.
1.
Basar
el programa en un marco conceptual sólido, haciendo explícito el modelo de
inteligencia emocional que se adopta.
2.
Especificar
los objetivos del programa en términos evaluables, haciéndolos comprensibles
para los alumnos también.
3.
Realizar
esfuerzos coordinados que impliquen a toda la comunidad educativa.
4.
Asegurar
el apoyo del centro previamente a la aplicación del programa.
5.
Impulsar
una implantación sistemática a lo largo de varios años, con una programación
coordinada, integrada y unificada con el resto de actividades y programas del
centro.
6.
Emplear técnicas
de enseñanza-aprendizaje activas y participativas que promuevan el aprendizaje cooperativo y sean
variadas.
7.
Ofrecer
oportunidades para practicar todas las
facetas de la
inteligencia emocional y favorecer su generalización a múltiples
situaciones, problemas y contextos cotidianos.